viernes, 10 de febrero de 2012

Autoestima y Autoengaño.



De todas las teorías psicológicas sobre el autoengaño no he encontrado referencias a la relación que existe entre el mantenimiento de una autoestima y el proceso de autoengaño. Entonces aprovecho la oportunidad para trazar una línea recta que va de los procesos de autoestima hacia los procesos del autoengaño.

Es sencillo, el autoestima es la aceptación, reconocimiento y estimación de lo que soy como persona. El autoengaño es el discurso falso que tenemos sobre nuestros pensamientos sobre cualquier aspecto hacia donde ellos se dirijan. El autoengaño implica una doble ligadura porque en primer lugar sabemos que un pensamiento es falso y al mismo tiempo tenemos que hacer como que lo que pensamos es cierto y que nuestro método para llegar a dicha conclusión es correcto.

Un autoengaño encubre una verdad íntima. Cuando los católicos se negaron a creer en las ideas de Galileo no estaban incurriendo en un autoengaño porque simplemente creían con todas sus fuerzas que la tierra era una planicie. El que se autoengaña sabe la verdad que subyace por lo que su intento de disimularla tiene que ver con intento de mantener una estabilidad interna ¿De qué tipo? Del peor tipo de todos, el moral. Un ladrón, un asesino, jamás un criminal declarará sus culpas, es más, gritará a los cuatro vientos su inocencia y reclamará justicia para su caso. Es precisamente el hecho de saber la verdad y negarse a enfrentarse a las consecuencias de la verdad que el individuo se ve casi obligado a crear una realidad diametralmente opuesta a los hechos reales. 

Ernst von Glasersfeld dijo que la realidad funciona a pesar de vivir con una percepción errada de lo que la realidad es en realidad. Sólo sabremos que íbamos por mal camino cuando fracasamos, naufragamos o todo se derrumba. Es por eso que podemos vivir con mentiras y engaños, es por eso que una idea bien sembrada en nuestra mente puede regir el rumbo de nuestra vida hasta el fondo del precipicio. Absolutamente todos los seres humanos preferimos escuchar una mentira que nos haga feliz a una verdad que nos vuelva miserables. La verdad siempre nos hundirá porque lo que creemos que es el amor, el cariño, el respeto, no tiene nada que ver con lo que son. Hemos instaurado como pilares de nuestra realidad la idea de que el amor es eterno, la fidelidad es absoluta, la inocencia es santa, el perdón es honesto, la vida es justa. Debido a que esas ideas son un proceso, éstos siempre tendrán fluctuaciones y paradojas.

Cuando nos vemos al espejo siempre queremos ver al adolescente que fuimos, a la reina de belleza que una vez ostentó títulos y premios. El padre de familia cuando ve a sus hijos siempre quiere pensar que está ahí para protegerlos y que mientras él viva los podrá salvar de cualquier peligro. Las parejas quieren creer de verdad que lo que dicen los votos ante el altar será verdad por el simple hecho de hacer una ceremonia. El asesino inclusive se atreve a pensar que termina con el sufrimiento de sus víctimas como en el caso del asesino de personas mayores y discapacitados. El ladrón en turno se cree Robin Hood. El militar se cree Superman y luego cualquier juez de distrito se cree dios (y no queremos entrar en la mente de los líderes políticos, eso debe ser indescriptible).
El camino del autoengaño está plagado de ideas fijas, abstractas de lo que es la belleza, la bondad, la justicia, el amor. Todos aquellos que transitan por ese camino saben que no cumplen con los requisitos que se les exigen y optan por el camino más fácil, el distorsionar la realidad para que los demás crean que uno es o puede hacer cosas que en el fondo sabemos que no somos ni podemos hacer.

Entonces el autoengaño no es más que un consuelo (para no llamarlo “consolador”). Pensamos que somos afortunados cuando vemos que hay gente que muere de hambre, creemos que somos inteligentes, buenos y cariñosos porque nos comparamos con quienes no son y pensamos que la situación siempre podría estar peor. Esos autoengaños nos permiten seguir levantándonos por la mañana, nos permiten seguir llevando esas vidas patéticas y vacías siempre y cuando nos permitamos comprar un cinturón Louis Vuitton o unos lentes Tiffanys. Justificamos la guerra porque es mejor vivir en democracia aunque el país esté en ruinas. 

¿Qué nos hace falta para enfrentar la realidad y a pesar de ello levantarnos, proseguir nuestro camino y triunfar? Se requiere de ACEPTACIÓN en el sentido que Humberto Maturana le imprimió a ese termino. También necesitamos DESAPEGO y entender que lo más importante es vivir la EXPERIENCIA de estar vivos. Recordemos que nuestra vida es una rueda de la fortuna, no podemos bajar de ella. Aunque el mejor remedio para corregir nuestra miopía es llegar al equilibrio emocional e ideológico, esto es encontrar la SEGURIDAD que necesitamos para construir una autoestima coherente y sólida.

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