El miedo tiene un solo origen y así como un ser vegetal, éste también tiene muchas ramificaciones que se desprenden de él. El fundamento del miedo es la muerte. La idea de perder la vida está detrás de cada temor, de cada inseguridad, de cada fobia. No tenemos miedo a la enfermedad sino a morir por una enfermedad, no tenemos miedo a la pobreza sino a morir de hambre siendo pobres, no tenemos miedo a perder el trabajo sino a ser pobres y las consecuencias que eso conlleva, no tenemos miedo a viajar sino a tener un accidente mortal y en nuestro intento de elaborar ese miedo inconsciente lo demostramos con síntomas neuróticos. Tampoco tenemos miedo a dios, lo que nos desconsuela es la posibilidad que éste nos otorgue una muerte horrenda en castigo a nuestra falta de fe e inclusive nos condene a una vida terrible en el más allá. Creo que no tenemos miedo al dolor y al sufrimiento, tememos el no poder tolerar ese dolor y por eso es que las personas piden que la eutanasia sea una salida viable en el momento en que no se pueda más.
Todos nosotros vivimos tratando de alcanzar siempre mayores logros, acaparar lo mejor, tener a tu lado a la persona más bella, buena o fiel. Comprar el mejor carro y la mejor casa, tener a la mejor familia, los hijos más inteligentes y sanos. Nos damos cuenta de lo que la vida es justo cuando perdemos algo o a alguien. El duelo es un proceso de rectificación en el que intentas racionalizar lo que pensabas que era la vida y lo que la vida es en realidad. Todos los seres humanos nos enfrentamos a la pérdida en cualquiera de sus facetas, cada día perdemos juventud, cada día perdemos salud y si todo sale mal podemos perder todo lo que tenemos en un abrir y cerrar de ojos a través de accidentes, desastres naturales y crímenes.
Entender que el duelo es inevitable, que todos nuestros esfuerzos siempre terminarán difuminados en el tiempo te permite alcanzar un nuevo estatus emocional ante la pregunta ¿Qué es lo importante en esta vida? Lo único que nadie puede robarnos, lo único que nadie puede perder es el tiempo y la experiencia que inviertes en los demás. Lo material se transforma, lo espiritual queda impreso eternamente en la red del sistema, precisamente porque no podemos cambiar el pasado y todos los recuerdos bellos que compartas con tu pareja, tus hijos, tus padres y tus amigos quedarán por siempre en la mejor caja fuerte del universo. Lo perderemos todo hasta la misma vida, si no siembras recuerdos maravillosos en los demás tu huella por el hilo del tiempo será en vano, una pérdida total.
La vida nos permite llegar a un equilibrio entre lo que creemos que tenemos y lo que vamos perdiendo, pero en realidad nunca somos poseedores de nada porque nada material puede llegar a introducirse a nuestro ser y solo somos poseedores de lo que somos, de nuestro ser y por ende de nuestras emociones y recuerdos, también de nuestras definiciones sobre nosotros mismos que se forjan con nuestra conducta, nuestros actos, nuestra personalidad y nuestras ideas. Cuando nos vamos de este mundo, lo que somos se libera en el universo y jamás nadie puede manchar tu pasado porque es inalterable y solo a ti importa lo que fuiste porque a nadie debes dar explicación de tu vida. Ser pobre de espíritu es tener la capacidad de tener un espíritu y dotarlo de una filosofía eterna pero aquellos que desbordan en bienes materiales solo tienen tiempo para hacer y conservar esos bienes, jamas para cultivar un espíritu haciendo que sea más fácil para un camello atravesar el ojo de una aguja comparando a un rico en su afán de entrar al “cielo”. Las metáforas están ahí desde hace miles de años para enseñarnos un camino poco explorado pero que está lleno de lo que en realidad todos buscamos, un sentido a nuestra vida y a lo que desafortunadamente se ha convertido en la raíz del todos nuestros miedos, la muerte.