viernes, 14 de marzo de 2014

Vivir en la contradicción.

Todo es aprendizaje, pero hay momentos que aprendes a vivir de otra forma. Significativo es el hecho que de pronto te encuentres navegando por otros mares que jamás pensaste que conocerías. Si quieres puedes trazar un rumbo hacia tu destino pero la sabiduría proviene del hecho de aceptar los consejos que te da la vida, así, cuando encuentres un obstáculo debes comprender cómo trascender esa piedra y dirigirte a un lugar que tal vez no es lo que tenías en mente pero que de seguro te dará una experiencia valiosa para enfrentarte a momentos duros.

Todas las cosas forman parte de la vida, desear que todo sea perfecto es simplemente injusto porque para ser feliz hay que saber qué es la tragedia y la desgracia, afrontar los miedos, entender el dolor, y aceptar lo que uno es y lo que uno tiene.

Hoy en día, cada uno de nosotros ha aprendido cómo vivir en la contradicción, aceptar el olor de calles ensangrentadas, ojos temerosos, pasos preocupados… las sonrisas se han mudado a otro lugar, la alegría fue secuestrada, los abrazos son de despedida solamente, los pensamientos son plegarias desesperadas por sobrevivir a un día normal y los niños son un mero recuerdo que perduran empolvados en los closets de sus casas. Hoy en día todos hemos aceptado que el cáncer no tiene cura, que debemos dejarle hacer metástasis en nuestros hijos, hermanos, amigos, inclusive en uno mismo. Aceptar que no hay solución es tal vez el peor genocidio cometido por personas normales que al final terminará por derrumbar cada promesa, cada juramento, cada esfuerzo, y cada vida sacrificada por nuestros antepasados, habremos consumido toda nuestra herencia cultura, natural, humana…


Hoy en día en que cada uno de nosotros ve, respira y vive con el miedo tatuado hasta por debajo de la piel yo he decidido vivir en la contradicción, he decidido hacer lo que me toca por cambiar al mundo, el mundo que yo veo, el mundo que yo vivo y comparto con mis amigos y familiares. Lo he decidido porque si tengo que renunciar a algo no lo haré a la libertad, ni a la paz, ni a la felicidad. Si he decidido renunciar a algo es a tener miedo, a esconderme y a implorar un poco de seguridad y justicia. Pensar así es vivir en la contradicción, cosa que como especialista en logoterapia les prescribo a todo el mundo.