Es curioso que hayamos alcanzado este nivel de sofisticación como civilización si tomamos en cuenta que al pensar que todo lo que nos proponemos no tiene ningún sentido dado que el resultado de nuestro andar es la disolución biológica de nuestro cuerpo y la incorporación de nuestro espíritu a la incertidumbre. ¿Qué sentido tiene hacer o decir algo si todo termina irremediablemente y nunca nunca podremos recuperar la experiencia de esta vida en un momento posterior? ¿Bajo qué preceptos hemos desafiado la entropía carroñera que todo lo disuelve? Inclusive resulta tedioso, aburrido y encadenante para la mayoría de los mortales estar con una sola persona y compartir la experiencia de ser testigos presenciales y flagrantes de una vida sin sentido. ¿Es posible que el principio del placer por sí mismo haya cimentando nuestra realidad configurándola de tal forma que parece que vivimos buscando objetivos sublimes, trascendentales y metabiológicos? La respuesta es si. Porque la mayoría de la población en todas las etapas de la civilización han vivido, trabajado, soñado y luchado solo para vivir una experiencia placentera ya sea a través del sexo, de la comida, del amor, de los lujos, del acaparamiento, del reconocimiento ajeno y del poder. De forma aparte, esa mayoría que también resulta pertenecer a la categoría de las personas ignorantes han justificado o enmascarado sus verdaderos impulsos aduciendo a un supuesto "amor" por su pareja e hijos al mismo tiempo que su objetivo principal es la expiación de sus pecados mediante la fe y el autosacrificio de tal forma que salvará su alma y logrará la promesa de la vida después de la vida. Pero la fe se sostiene sobre sí misma, no hay pruebas de qué algo llamado karma, reencarnación exista. Tampoco hay pruebas de que un lugar como el cielo o el infierno tengan materialidad real. La Iglesia moderna explica sus creencias con base en el materialismo concreto, jamás nadie, ningún miembro de la Iglesia ha hecho referencia al constructivismo del que somos hijos.
Entonces es abrumador e impresionante pensar que el único concepto para explicar semejante avance tecnológico y técnico se deba al autoengaño, pone la piel de gallina. Nuestra civilización muestra su verdadera cara gracias a la entropía: nuestros edificios se deterioran, nuestras máquinas se descomponen, la gente se suicida, asesina, lastima y lesiona a sus semejantes, las personas se dividen creando países, religiones que después se vuelven antagónicos y se embarcan en cruzadas, guerras santas y preventivas. Esta claro que la verdadera religión de Los Estados Unidos es la guerra, su verdadero dios el petróleo y la única doctrina el sometimiento de los pueblos. Curiosamente son los más desvergonzados al poner el nombre de dios hasta en la sopa, su fanatismo extremo extirpa con fórceps su verdadero rostro del resto del mundo. Pero todo termina. Los países ricos se vuelven pobres. Las personas se aburren de sus parejas. Los hombres pierden la fe. Los edificios colapsan. Los recursos naturales se acaban, el dinero desaparece y al final, la vida acaba. Entonces nuestra civilización es un zombi, un muerto viviente, decadente, mundano, putrefacto.
¿Como se vería una civilización congruente? Primero que nada, nosotros mismo deberíamos pensar mucho mucho antes de tener un hijo, sin embargo, la gente más pobre por ignorancia tiende a reproducirse como si fueran millonarios y necesitaran de una prole inmensa para dejarles sus abundantes recursos. En el reino animal se cumplen ciertas reglas de control de la población para garantizar la subsistencia de TODOS, si estas reglas no se cumplen TODOS sufren la extinción. QUE MIS PALABRAS NO SIRVAN PARA JUSTIFICAR METODOS DE REDUCCION DE LA POBLACIÓN, TODOS TENEMOS DERECHO A VIVIR Y MORIR DE FORMA NATURAL.
Los seres humanos debemos actuar apegados a las reglas de la naturaleza, debemos ser moderados en nuestra reproducción por el simple hecho de que estamos en el primer puesto de la cadena alimenticia, no tenemos quién controle nuestra población, lo han intentado como lo hizo la doctrina Nazi, los que arrojaron la bomba atómica, etc. Pero los estigmas de esa psicosis nos persigue hasta el día de hoy como ácido en los ojos. Otra de las características de una civilización madura sería nuestra integración con la naturaleza, nuestro aire estaría limpio, el agua seria potable en todo el mundo, la comida seria abundante y libre de pesticidas. En algún momento tuvimos un planeta así pero eran momentos que solo a través de la esclavitud logramos impulsar el avance tecnológico hasta el momento actual. Si en tan solo cien años hemos devorado un patrimonio que debería durar hasta que el planeta muera dentro de millones de años, imaginemos lo que le depara a la generación que acaba de nacer en esta década.
Sin embargo todo se acaba, y cuando se acaben los recursos o el dinero para comprarlos entonces habrá una corrección, una vuelta al origen, así lo dicta la cibernética. Muchos moriremos, y las ciudades de hormigón y acero desaparecerán de tal forma que los arqueólogos modernos jamás podrán encontrar ni un solo tornillo para probar los que serán los mitos y leyendas de una Atlántida moderna, de una Sodoma y Gomorra posmoderna y contemporánea. Todo tiene fin pero ¿Tiene todo UN fin? La finalidad de todas las cosas que hacemos es vivir una experiencia que forme un espíritu que seguramente nos servirá para algo más en un lugar lejano, en una realidad que sí existe.
Entonces es abrumador e impresionante pensar que el único concepto para explicar semejante avance tecnológico y técnico se deba al autoengaño, pone la piel de gallina. Nuestra civilización muestra su verdadera cara gracias a la entropía: nuestros edificios se deterioran, nuestras máquinas se descomponen, la gente se suicida, asesina, lastima y lesiona a sus semejantes, las personas se dividen creando países, religiones que después se vuelven antagónicos y se embarcan en cruzadas, guerras santas y preventivas. Esta claro que la verdadera religión de Los Estados Unidos es la guerra, su verdadero dios el petróleo y la única doctrina el sometimiento de los pueblos. Curiosamente son los más desvergonzados al poner el nombre de dios hasta en la sopa, su fanatismo extremo extirpa con fórceps su verdadero rostro del resto del mundo. Pero todo termina. Los países ricos se vuelven pobres. Las personas se aburren de sus parejas. Los hombres pierden la fe. Los edificios colapsan. Los recursos naturales se acaban, el dinero desaparece y al final, la vida acaba. Entonces nuestra civilización es un zombi, un muerto viviente, decadente, mundano, putrefacto.
¿Como se vería una civilización congruente? Primero que nada, nosotros mismo deberíamos pensar mucho mucho antes de tener un hijo, sin embargo, la gente más pobre por ignorancia tiende a reproducirse como si fueran millonarios y necesitaran de una prole inmensa para dejarles sus abundantes recursos. En el reino animal se cumplen ciertas reglas de control de la población para garantizar la subsistencia de TODOS, si estas reglas no se cumplen TODOS sufren la extinción. QUE MIS PALABRAS NO SIRVAN PARA JUSTIFICAR METODOS DE REDUCCION DE LA POBLACIÓN, TODOS TENEMOS DERECHO A VIVIR Y MORIR DE FORMA NATURAL.
Los seres humanos debemos actuar apegados a las reglas de la naturaleza, debemos ser moderados en nuestra reproducción por el simple hecho de que estamos en el primer puesto de la cadena alimenticia, no tenemos quién controle nuestra población, lo han intentado como lo hizo la doctrina Nazi, los que arrojaron la bomba atómica, etc. Pero los estigmas de esa psicosis nos persigue hasta el día de hoy como ácido en los ojos. Otra de las características de una civilización madura sería nuestra integración con la naturaleza, nuestro aire estaría limpio, el agua seria potable en todo el mundo, la comida seria abundante y libre de pesticidas. En algún momento tuvimos un planeta así pero eran momentos que solo a través de la esclavitud logramos impulsar el avance tecnológico hasta el momento actual. Si en tan solo cien años hemos devorado un patrimonio que debería durar hasta que el planeta muera dentro de millones de años, imaginemos lo que le depara a la generación que acaba de nacer en esta década.
Sin embargo todo se acaba, y cuando se acaben los recursos o el dinero para comprarlos entonces habrá una corrección, una vuelta al origen, así lo dicta la cibernética. Muchos moriremos, y las ciudades de hormigón y acero desaparecerán de tal forma que los arqueólogos modernos jamás podrán encontrar ni un solo tornillo para probar los que serán los mitos y leyendas de una Atlántida moderna, de una Sodoma y Gomorra posmoderna y contemporánea. Todo tiene fin pero ¿Tiene todo UN fin? La finalidad de todas las cosas que hacemos es vivir una experiencia que forme un espíritu que seguramente nos servirá para algo más en un lugar lejano, en una realidad que sí existe.